A pesar de los esfuerzos de los padres y los gobiernos, los
programas de fomento de lectura parecieran no ser eficientes. Estos programas
que tengo en mente buscan crear hábitos de lectura, de tal forma que las personas,
además de tener acceso a los libros, mejoren su comprensión lectora a través de
la lectura frecuente.
Durante la ejecución de los programas de fomento de lectura
surgen varios obstáculos en la formación de lectores. Uno de ellos se relaciona
con que la lectura es una actividad que depende tanto del texto como del
lector, de esta forma podemos enfrentarnos a un mismo libro en dos momentos, y
tener experiencias diferentes con éste, si en el lector ha cambiado algo
importante. Una de las habilidades que suelen evolucionar con la lectura es la
comprensión lectora, que no es frecuente que este desarrollada con los primeros
libros y, por lo tanto, no se pueda alcanzar ciertos niveles de satisfacción,
en este caso seguir leyendo es necesario para conseguir esta competencia. Esto
también es común en el cine, la pintura, el teatro y la música, todas estas
artes necesitan formar a sus públicos. Ésta característica imposibilita obtener
satisfacción inmediata como suele pasar con otros bienes y servicios.
Una experiencia de lectura satisfactoria se consigue después
de haber desarrollado la comprensión lectora exigida por el respectivo texto. Para
este propósito la extensión de los textos es una desventaja acuciante si las
personas no persisten en seguir leyendo. Una larga extensión no puede superarse
a través de un resumen, solo cabe leerlos tal como son. Este creo que es el
obstáculo más grande para los programas de fomento y para los padres, un celular
o una bebida pueden estar acompañados de estrategias de publicidad que acerquen
al consumidor a la experiencia del producto, utilizando para ello un atajo, por
otro lado, las estrategias de publicidad de los libros no alcanzan a
representar de forma suficientemente cercana la experiencia de la lectura, esto
parece ser aún más grave para las audiencias que no tienen el hábito de leer.
A pesar de la existencia de estas dificultades, la lectura
no tiene por qué estar condenada a una minoría privilegiada. Las personas que
han conseguido el hábito pueden seguir insistiendo, hasta donde lo permita el
lenguaje, en la satisfacción que puede generar esta actividad.
Aunque para entender y sentir cómo es leer un excelente
libro, no se pueda recurrir a afiches, resúmenes, imágenes o películas, sí es
posible contar como esa experiencia apela a nuestra propia vida para adquirir
significado. Podemos contar las múltiples relaciones que encontramos por
doquier y que están en constante retroalimentación con la vida de cada uno: la
violencia que se repite en Colombia en ciclos, de la misma manera como el
Coronel Aureliano Buendía hacía pescaditos de oro para luego fundirlos y
utilizar esto para hacer más pescaditos de oro en Cien Años de Soledad; el afán de
la razón dominando en campos donde no es pertinente y que termina por recortar la
vida en El juego de Abalorios y en Cartas sobre la educación estética del
hombre. En ese sentido, qué otra forma puede ser más eficaz, en acercar a nuestros
hijos a la libertad, a la autonomía o al liderazgo, que leer las múltiples
representaciones de éstos valores, dispersas en tantos libros a través de la
historia de nuestra especie. De pronto estas sencillas indicaciones son el
camino para que el secreto de los libros deje de ser un secreto, sin embargo, esto
solo sucederá cuando todos persistamos en leer.