No hay que tener miedo a reconocer los errores
La belleza del reconocimiento de los
errores se puede desagregar en dos formas. La primera de ellas se refiere a que
reconocer los errores está muy cerca del centro del ser humano. Porque le
decimos al mundo y a nosotros mismos, que no sabemos ni lo podemos todo, que
somos falibles e imperfectos. Hecho que nos acerca al conocimiento de sí mismo
y por ende a un mejor estado. Ser humano no justifica cometer errores, de lo
que estoy escribiendo es que el reconocimiento de nuestras equivocaciones es
una exaltación de nuestra humanidad.
La siguiente forma se refiere a que a
medida que adquirimos el hábito de reconocer nuestras acciones equívocas, vamos
adquirir confianza y seguridad para reconocer lo que a nuestros ojos se
encuentre bien o mal hecho. Aprender significa tener confianza y seguridad para
cometer una acción. Si hemos aprendido a reconocer nuestros errores, lo más
seguro, es que también hemos aprendido a reconocer cuando no nos hemos
equivocado, o sea cuando estemos en lo cierto.
Por último quiero destacar que los errores
son una fuente con gran potencial para el crecimiento. Es más fácil de ver en
la investigación, donde los errores nos permiten encontrar brechas para mejorar
nuestra investigación o ampliar la frontera del conocimiento. Por fuera de la
ciencia, los errores también cumplen con esa función.