17 de junio de 2014

Reconocer los errores

No hay que tener miedo a reconocer los errores 

La belleza del reconocimiento de los errores se puede desagregar en dos formas. La primera de ellas se refiere a que reconocer los errores está muy cerca del centro del ser humano. Porque le decimos al mundo y a nosotros mismos, que no sabemos ni lo podemos todo, que somos falibles e imperfectos. Hecho que nos acerca al conocimiento de sí mismo y por ende a un mejor estado. Ser humano no justifica cometer errores, de lo que estoy escribiendo es que el reconocimiento de nuestras equivocaciones es una exaltación de nuestra humanidad.

La siguiente forma se refiere a que a medida que adquirimos el hábito de reconocer nuestras acciones equívocas, vamos adquirir confianza y seguridad para reconocer lo que a nuestros ojos se encuentre bien o mal hecho. Aprender significa tener confianza y seguridad para cometer una acción. Si hemos aprendido a reconocer nuestros errores, lo más seguro, es que también hemos aprendido a reconocer cuando no nos hemos equivocado, o sea cuando estemos en lo cierto. 

Por último quiero destacar que los errores son una fuente con gran potencial para el crecimiento. Es más fácil de ver en la investigación, donde los errores nos permiten encontrar brechas para mejorar nuestra investigación o ampliar la frontera del conocimiento. Por fuera de la ciencia, los errores también cumplen con esa función.