12 de agosto de 2017

El hábito de leer y el secreto de los libros



A pesar de los esfuerzos de los padres y los gobiernos, los programas de fomento de lectura parecieran no ser eficientes. Estos programas que tengo en mente buscan crear hábitos de lectura, de tal forma que las personas, además de tener acceso a los libros, mejoren su comprensión lectora a través de la lectura frecuente.

Durante la ejecución de los programas de fomento de lectura surgen varios obstáculos en la formación de lectores. Uno de ellos se relaciona con que la lectura es una actividad que depende tanto del texto como del lector, de esta forma podemos enfrentarnos a un mismo libro en dos momentos, y tener experiencias diferentes con éste, si en el lector ha cambiado algo importante. Una de las habilidades que suelen evolucionar con la lectura es la comprensión lectora, que no es frecuente que este desarrollada con los primeros libros y, por lo tanto, no se pueda alcanzar ciertos niveles de satisfacción, en este caso seguir leyendo es necesario para conseguir esta competencia. Esto también es común en el cine, la pintura, el teatro y la música, todas estas artes necesitan formar a sus públicos. Ésta característica imposibilita obtener satisfacción inmediata como suele pasar con otros bienes y servicios.

Una experiencia de lectura satisfactoria se consigue después de haber desarrollado la comprensión lectora exigida por el respectivo texto. Para este propósito la extensión de los textos es una desventaja acuciante si las personas no persisten en seguir leyendo. Una larga extensión no puede superarse a través de un resumen, solo cabe leerlos tal como son. Este creo que es el obstáculo más grande para los programas de fomento y para los padres, un celular o una bebida pueden estar acompañados de estrategias de publicidad que acerquen al consumidor a la experiencia del producto, utilizando para ello un atajo, por otro lado, las estrategias de publicidad de los libros no alcanzan a representar de forma suficientemente cercana la experiencia de la lectura, esto parece ser aún más grave para las audiencias que no tienen el hábito de leer.

A pesar de la existencia de estas dificultades, la lectura no tiene por qué estar condenada a una minoría privilegiada. Las personas que han conseguido el hábito pueden seguir insistiendo, hasta donde lo permita el lenguaje, en la satisfacción que puede generar esta actividad.

Aunque para entender y sentir cómo es leer un excelente libro, no se pueda recurrir a afiches, resúmenes, imágenes o películas, sí es posible contar como esa experiencia apela a nuestra propia vida para adquirir significado. Podemos contar las múltiples relaciones que encontramos por doquier y que están en constante retroalimentación con la vida de cada uno: la violencia que se repite en Colombia en ciclos, de la misma manera como el Coronel Aureliano Buendía hacía pescaditos de oro para luego fundirlos y utilizar esto para hacer más pescaditos de oro en Cien Años de Soledad; el afán de la razón dominando en campos donde no es pertinente y que termina por recortar la vida en El juego de Abalorios y en Cartas sobre la educación estética del hombre. En ese sentido, qué otra forma puede ser más eficaz, en acercar a nuestros hijos a la libertad, a la autonomía o al liderazgo, que leer las múltiples representaciones de éstos valores, dispersas en tantos libros a través de la historia de nuestra especie. De pronto estas sencillas indicaciones son el camino para que el secreto de los libros deje de ser un secreto, sin embargo, esto solo sucederá cuando todos persistamos en leer.