3 de diciembre de 2016

Otra palabra más sobre El Extranjero de Albert Camus: la ideología de la felicidad

"(..) Tan cerca de la muerte, mamá debía de sentirse allí liberada y pronta para revivir todo. Nadie, nadie tenía derecho de llorar por ella. Y yo también me sentía pronto a revivir todo. Como si esta tremenda cólera me hubiese purgado del mal, vaciado de esperanza, delante de esta noche cargada de presagios y de estrellas, me abría por primera vez a la tierna indiferencia del mundo. Al encontrarlo tan semejante a mí, tan fraternal, en fin, comprendía que había sido feliz y que lo era todavía. Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, me quedaba esperar que el día de mi ejecución haya muchos espectadores y que me reciban con gritos de odio."
Albert Camus. El Extránjero. La negrita no es del autor.

Meursault fue un hombre feliz.  La felicidad busca el desapego y el alcance de una situación donde el mundo pase por nosotros y nosotros pasemos por el mundo con fluidez. La ideología de la felicidad no le exige al ser humano valores y sentidos, por eso Meursault pudo serlo.

La mayor consternación sobre la ideología de la felicidad es su reduccionismo, y por ello su descarada asociación de la vida con la simpleza. Englobar todo lo que es bueno de ser deseado en querer ser felices, es forzar la realidad compleja que enfrentamos en un recipiente demasiado pequeño para que pueda caber.

¿Acaso no hay más aspiraciones que esa en nuestros corazones? También queremos otras mil cosas, algunas que excluyen a ser felices. 

La ideología de la felicidad conduce al sentimiento del abatimiento cuando no hemos ido por el camino de ésta. No reconoce que el hombre necesita mucho más que ser feliz.