3 de enero de 2022

El turismo de larga distancia y las películas o sobre la importancia de la televisión

Mientras me volvía a ver con sentido de culpa Harry Potter y el misterio del príncipe en los primeros días del 2022, me preguntaba qué buscaba en las películas. Creo que la respuesta es la misma a la pregunta sobre explicaciones del deseo del turismo de larga distancia. Esta alegre coincidencia me motivó a escribir al respecto.

Un grupo minoritario pero cada vez más grande de la población tiene un oficio que puede desempeñarse desde la casa a través de un ordenador o computador que se facilita con la asistencia del celular y otros dispositivos auxiliares. Esta posibilidad surge por una amplia gama de factores, el que me interesa tiene que ver con que los medios para desempeñar un oficio carecen de materialidad entendida llanamente como masa o materia física. Los oficios transforman documentos que son archivos en el computador que tienen una materialidad mucho más liviana que el carpintero con la madera o los profesionales de los motores cuando ajustan las amplitudes de los conductos de las máquinas a una versión más óptima lejos del desgaste que produce el uso. Estos oficios no cargan con la materialidad a la que se enfrentan las personas en una sala de cirugía, un policía atendiendo un evento en el espacio público o un técnico en una línea eléctrica de alta tensión.

Mi especulación me dice que la liviandad de estas cosas nos lanza al deseo de encontrar espacios donde lo material se vuelva lo protagonista. Por ejemplo, si uno planea un viaje a Madrid desde el Nuevo Mundo, hoy en día es posible recopilar una gran cantidad de información sobre Madrid sin pisar la ciudad. Uno de las mayores atracciones es el Museo Nacional del Prado que tiene un excelente sitio web acompañado de redes sociales como Facebook o Instagram donde hacen transmisiones en directo sobre distintas obras. Uno desde el computador en el Nuevo Mundo es posible navegar muchas de las obras de pinturas expuestas en el Prado, entre esas, Familia Gitana de Juan de Echavarría: es posible descargar la imagen a todo color, consultar la ficha técnica, un texto breve sobre la obra y sobre el autor para luego, si se cuenta con el tiempo, seguir buscando información en toda la web sobre los gitanos hasta verse las cinco temporadas disponibles de Peaky Blinders en Netflix.

Nos vemos obligados a enfrentar así un mundo multimedia donde el espacio físico, la presencialidad como dicen algunos, es otro medio más de una bandada diversa de opciones para explorar el mundo que nos rodea. En la visita a Madrid parece contraproducente pararse en el Prado a leer fichas técnicas y textos en sala cuando este contenido está disponible de forma remota. Por lo que nos vemos impelidos a no solo planear el viaje a Madrid sino también viajar a través de medios no físicos a Madrid previamente con el objetivo de poder mejorar nuestra experiencia. Tenemos que aprender el mapa de Madrid, las estaciones del metro, podemos leer noticias de la ciudad e incluso participar en foros de debate político en Internet. De esta manera, ¿qué queda de Madrid luego de destilar todo lo que podemos experimentar de Madrid a través de libros, Internet, sonidos, imágenes, vídeos y textos?

Creo que no obtendré la respuesta hasta que haga el penoso viaje a Madrid. Pero lo cierto es que tal vez me encuentre apreciando las bellas calles y los edificios planeados con cuidado de Madrid mientras escucho la cadencia al hablar de las personas que caminen cerca de mí y tengan un interlocutor o una llamada. Similarmente, la materialidad de las películas de Harry Potter despliegan un espectáculo fascinante de arquitectura, ropa, música y efectos especiales, porque la magia se aplica en primer orden a los objetos, no son una transformación estructural de las leyes físicas o de las relaciones sociales entre las personas. Uno para poder pensar en Harry Potter o tratar de armar una trama que vaya más allá de lo inmediato se necesita ponerle pausa a la película. Las películas son una, de las pocas competencias, a la presencia física. Elevan tanto el ritmo que si necesitamos planear un viaje a Madrid deberíamos simular que estamos programando el transcurso de una película, algunos dirían incluso que su medios de transmisión estarían en las redes sociales, eso sí acompañados del imperativo de tener un buen celular.

De hecho, si se quiere hacer el viaje artesanal, con redes sociales y celulares apagados, y espontáneo, sin mucha planeación, "abiertos al descubrimiento" estaremos en el grupo de los reaccionarios, es probable que esta sea una opción apetecida como acto de que: otro mundo es posible todavía somos libres y no tenemos que sacar una película nueva siempre que tengamos tiempo de ocio. El viaje artesanal solo subraya la omnipresencia de la súper-especialización del tiempo de ocio a donde hemos llegado por la amplitud de las opciones multimedias. 

El viaje artesanal es una opción auténtica solo si reconocemos lo artificioso de las películas, precisamente si reconocemos su contenido de fantasía. Tal vez obtendremos mayor satisfacción en un punto intermedio, lo cierto es que no podemos competir con las grandes directores o las súper-producciones de los gigantes conglomerados de la televisión. No podemos competir con la multimedia disponible y, en verdad, no es lo que necesitamos, a menos que estemos interesados en una experiencia estimulante llena de cafeína y aventura. 

Los viajes con altas cantidades de cafeína, que les compiten a las películas, los relaciono con la propiedad de la larga distancia, entre más lejos este nuestro destino en términos físicos hay una mayor promesa implícita de sumergirnos en una sofisticada experiencia que nos diferencie de nuestros pares, una forma también de comprar una memoria que podamos atesorar y con la cual entretenernos después. 

Podemos armarnos la película en nuestra mente del viaje a Madrid, pero necesitamos ir a Madrid para recuperar el vital elemento de la materialidad de sentir la cercanía de los edificios, el espacio público y las personas. Pero ¿por qué no deambular por las zonas que se puedan caminar más cercanas de nuestro barrio o ciudad? ¿por qué tiene que ser tan lejos y tan caro? Esto puede tener que ver con un incremento en el ingreso de grupos poblacionales, es decir, tienen los recursos que antes no estaban disponibles, pero esto aunque es condición necesaria no es suficiente para gastar el dinero en turismo de larga distancia en vez de otros bienes de ocio como los libros. 

Creo que la explicación transcurre en porque ahora cargamos con la ultra-especialización del tiempo, en nuestros oficios no tenemos trabajo de campo, carecemos de un contacto cercano con la realidad que es transformada a través de los cientos de papeles que producimos. Así, una parte del tiempo se especializa en un mundo virtual, mientras que otra parte esta el ocio inflado con cafeína donde necesitamos la materialidad que nos niega la virtualidad. Las opciones intermedias entre estos dos momentos se hacen cada vez más escasas. Cuando tenemos el tiempo para abordar la materialidad de la vida en la tierra le metemos cafeína, proteína y anabólicos; nos especializamos y terminados boca abajo en el otro lado de la tierra, después de haber quemado mucho combustible fósil, rodeados de personas que utilizan símbolos en sus comunicaciones que no entendemos y no queremos entender porque eso implicaría estudiar su historia con detenimiento y con un tiempo que no tenemos, de hecho entender es lo que menos queremos porque el estudio por fuera de un laboratorio no suele tener mucha materialidad. 

Lo que sí tenemos parados boca abajo en el otro lado de la tierra es la inmediatez de las películas, captamos colores, masas, pesos, texturas y movimiento; nos  estremecemos por los movimientos del viento, los gestos amables de los extraños, los colores del atardecer y un mundo nuevo. Todo a lo que la televisión se acerca y nos promete en la sala de la casa, pero con su otra mitad complementaria que carga con el peso que tienen las cosas en la Tierra.

Paul Gauguin. Bathing, Dieppe



Una isla del Caribe

Una isla del Caribe para que Botero aprenda cómo es

Pa' qué no tenga que ir a Tahití a perseguir a Gauguin

Una isla del Caribe para el mareo de la eternidad que provoca las olas en los recién llegados de los viejos continentes

Una isla casi sin mapa, casi sin nombre

Una isla sin divisiones políticas administrativas

Una isla del Caribe para los encuentros fortuitos que no se repiten

O de los que duran toda la vida

Una isla del Caribe para que la sueca Lisbeth Salander arregle el mundo desde su ordenador

Una isla del Caribe para olvidar dormir a causa de los porros, las puyas y los fandangos