27 de marzo de 2012

Dos infiernos



La llanura se llena de pétalos rojos como todos los años. En una casa sencilla alejada del pueblo vive Carla y esta sentada como todas las tardes, esperando ver en el horizonte a su esposo.

Héctor en medio del mar, esta pescando. Lleno de sudor, cansancio y mucha sal, espera estar en su casa muy pronto. Esta lleno de achaques: una pierna rota que lo hace cojear y una tos que lo acompaña desde la juventud.

Carla varias veces ha pensado en una salida al encierro de la rutina, ha llegado ha tener un cuchillo con mala intención en su mano. La casa espera caerse en el siguiente aguacero y todos los meses llegan a su puerta la amenaza de los acreedores. Lo único que la mantiene viva es  la pasión por su marido.


Cada tres meses llega Héctor, hacen el amor como fieras, es la pasión acumulada del tiempo que estuvieron separados. Después los pétalos rojos de la llanura despiden a su amado y los dos ya acostumbrados regresan a las tinieblas. Solamente viven para amarse, en sus vidas no hay otra persona o entretenimiento.

Héctor no sabe hacer otra cosa aparte de pescar y amar. En su diario de viaje anota cuanto tiempo ha pasado sin su amor y lo poquito que ha pasado con ella. La vida es un eterno sufrimiento con breves gotas que calman la sed; escribe en su diario. Carla también tiene un diario, ellos leen las desdichas que han ocurrido mientras no se veían. Viven en un tiempo discreto, solo existe la vida en los momentos que sus púpilas se tocan, entre esos momentos no hay nada.

Carla y Héctor ya habían esperado y sufrido mil muertes, la muerte de él en una tormenta ya estaba avisada pues los verdaderos pescadores mueren en el mar.

Después de la muerte de su marido, Carla se resigna a lo que ya sabía la muerte en vida de sus dos almas, ella vive de su hermano. No se ha matado porque no puede morir dos veces.